J.A. Berenguer
VI International Conference about the Use of Computers in Historical and Comparative Linguistics. Frankfurt a. M., 21-24 de Octubre de 1997. (en prensa)



Lexicografía griega, lexicografía indoeuropea e Internet[*]


Cuando hablamos de informática, resulta realmente difícil destacar como trascendental un hecho concreto frente al resto. La velocidad con que se suceden los cambios -y nos referimos a cambios sustanciales- nos obliga a no pecar de inmoderados en nuestras apreciaciones. No obstante, no hay duda de que Internet y, dentro de ella, el interfaz de comunicación de la World Wide Web representan un avance crucial en el uso de los ordenadores. A cualquiera que se aproxime a estos logros de las nuevas tecnologías se le abre súbitamente un mundo de insospechadas posibilidades. Lingüistas, filólogos y lexicógrafos no constituyen una excepción. Pero aunque esto es cierto, muy a menudo tenemos que correr el riesgo de pagar un alto precio. Probablemente movidos por la necesidad de justificar su uso, nos vemos obligados a aceptar una relativización completa de problemas y resultados. Para cualquier creador de una página Web, o incluso para cualquier mero usuario, hay una necesidad primaria y básica de vender «su producto». Pero pensamos que puede resultar beneficioso no abandonar, deslumbrados por el brillo de la Web, el espíritu crítico con el que solemos abordar otras actividades. El no hacerlo puede tener un efecto contraproducente.

Permítasenos en esta breve comunicación ejemplificar la necesidad de tal espíritu crítico. Para ello vamos a llamar la atención sobre dos hechos que creemos preciso tener en cuenta. En primer lugar nos parece importante resaltar que, frente a la edición impresa, la edición informática en general, y muy especialmente la edición en la Web, ofrece unas significativas diferencias. Sólo mediante una adaptación completa a tales peculiaridades podremos obtener un completo aprovechamiento de la introducción de cualquier tipo de documento en tal soporte. Por ello, el formato de una obra concreta variará por fuerza, tanto en su concepción como en su aspecto final, dependiendo de que aparezca editada en papel o en soporte informático. En segundo lugar pensamos que, dependiendo del objeto expresado, las características de este nuevo medio de expresión pueden recibir distinta valoración y diferente aprovechamiento. Ejemplificaremos estas dos afirmaciones mediante la referencia concreta a la utilización de Internet en el campo de la Lexicografía de las lenguas antiguas, y más concretamente en la Lexicografía del griego antiguo y del indoeuropeo.[1] Si dejamos aparte aspectos obvios y en buena medida subjetivos -sobre los que curiosamente suelen centrarse tanto las más encarecidas alabanzas de los apologistas de la Web, como las más severeas críticas de muchos de sus detractores-, como es el caso de las diferencias de calidad visual entre leer un texto en ordenador o sobre papel, la velocidad de acceso a cualquier punto en una página Web y en una publicación impresa, o la diferencia de tamaño y peso físico entre esa misma publicación y un ordenador portátil, consideramos que hay dos diferencias fundamentales entre una obra editada en papel y una obra editada en Internet: por un lado la linealidad y por otro la mutabilidad de sus respectivos formatos. Como ya hemos apuntado, la importancia de ambos aspectos puede variar en gran medida dependiendo de la obra concreta a la que le afecten. Así, en el caso de una obra literaria como una novela, su carácter lineal -a menos que contemplemos la posibilidad de experimentos innovadores y de momento minoritarios- ofrecerá pocas diferencias a nivel estructural entre un soporte impreso y un soporte informático. En el caso de una obra lexicográfica, en cambio, la importancia de ambos aspectos es capital.

Un diccionario impreso ofrece, como cualquier otra obra en papel, un aspecto puramente lineal. Pero en todo artículo que no se reduzca a una definición única y, en el caso de los diccionarios de autoridades, a una cita única, se observará un intento de salvar las limitaciones de su carácter lineal mediante la jerarquización en apartados y subapartados. Tratando de responder siempre a exigencias de claridad, comodidad, exactitud y minuciosidad, tal jerarquización intentará reflejar una realidad lingüística. Los datos que permiten estudiar dicha realidad proceden, en el caso de una lengua como el griego antiguo, del estudio directo de un corpus textual de enorme extensión y gran diversidad, pero delimitable en el espacio y en el tiempo. Es ese estudio directo el que, unido a la aplicación de una metodología basada en la puesta en práctica de teorías concretas sobre el análisis en diversos niveles lingüísticos, configurará el resultado final expresado por medio de la jerarquización a que aludimos.

Con todo, una adecuada jerarquización puede permitir salvar en cierta medida los inconvenientes del carácter lineal del formato impreso, pero no por completo. En una página Web, en cambio, el formato se caracteriza porque los límites impuestos por la linealidad del texto pueden salvarse continuamente mediante el recurso del hipertexto: pueden establecerse conexiones o links entre una palabra o símbolo y cualquier otra parte de la obra o de otras obras. De tal modo que, aunque en la estructuración de muchas páginas Web puede apreciarse la influencia del concepto lineal del texto impreso, pronto salta a la vista la enorme diferencia de consulta y lectura que puede llegarse a alcanzar, lo que en última instancia también redundará en la configuración y estructura de la obra.

Una de las páginas Web más visitada por las personas interesadas por el griego antiguo, si no la que más, es la del Proyecto Perseus. En ella se nos ofrece la posibilidad de acceder a una versión electrónica de la novena edición del diccionario de griego antiguo de Oxford, el Liddell-Scott-Jones. En tal edición podemos comprobar en buena medida lo que estamos diciendo. Se trata de una adaptación del formato lineal del diccionario a la estructura hipertextual de su nuevo soporte. Esto se observa en ventajas como la del acceso inmediato a cualquier palabra del léxico sin necesidad de recorrer todas las que nos separan desde el punto en que nos encontramos, y tiene su logro más llamativo en la posibilidad de acceder, mediante un doble «click», a algunos de los textos recogidos, y más concretamente al pasaje del texto que se está citando en la entrada correspondiente del diccionario, o también el poder localizar, mediante una búsqueda normal, cualquier término de la definición inglesa.

Sin embargo, y a pesar de éstas y otras ventajas -claramente expuestas en el trabajo del editor en jefe del proyecto Perseus, Gregory Crane, que citamos en la bibliografía-, lo cierto es que el Liddell-Scott-Jones electrónico no deja de ser una solución de compromiso entre la edición impresa y la edición informática. En una de las páginas de Perseus en Internet, en la que se trata de llamar la atención sobre el tipo de consideraciones en que hemos preferido no entrar por juzgarlas en gran medida subjetivas y poco relevantes, se nos ofrece la posibilidad de ver la imagen digitalizada de una página del LSJ y su equivalencia en el nuevo formato electrónico. El artículo elegido para esta demostración, el correspondiente al verbo φέρω, es muy ilustrativo por tratarse de un artículo especialmente largo -en la edición en papel ocupa casi cinco columnas de texto-. Pues bien, es cierto, como tratan de subrayar los responsables de Perseus, que la distinción de los apartados es mucho más clara, al haberse recurrido a la separación mediante líneas en blanco y a la diferenciación de niveles jerárquicos mediante sangrías de distinta tabulación. Pero también lo es que, mientras que el artículo en papel tiene algo más de 400 líneas de texto, el artículo en su edición electrónica no tiene menos de 700 líneas. Por ello resulta muy complicado disponer de una visión esquemática de los distintos apartados del artículo, incluso más que en una consulta directa sobre el libro, al tener que moverse a lo largo de más de 700 líneas de texto para poder ir entresacando -sea cual sea el procedimiento que se siga para ello- sus distintas divisiones. Y por lo que respecta a la consulta de un uso concreto en un contexto determinado, nos encontramos con dificultades semejantes a las de la consulta en papel. El procedimiento será equivalente, a menos que tengamos la suerte de adivinar mediante una búsqueda concreta alguna posible etiqueta para dicho uso. Aunque así fuera, lo que no deja de parecer difícil para una gran mayoría de los casos, nos encontraríamos de nuevo con la dificultad de incardinar convenientemente dicha etiqueta dentro del esquema general del artículo; esto es, tendríamos que retroceder un determinado número de líneas, que puede ser elevado, para poder tener la información completa sobre su campo semántico y sus características sintácticas.

Así pues, estamos ante una adaptación de la linealidad del texto impreso en la que, si bien se obtienen una serie de ventajas que permite el nuevo medio, las desventajas del antiguo soporte sólo se salvan muy parcialmente, ya que alguna de ellas incluso se acentúa o bien se crean otras nuevas. Entre éstas últimas puede citarse la evidente dificultad para poder obtener de un vistazo rápido una visión global del artículo -extensión concreta, número de apartados y subapartados importantes, etc.- Una adecuada edición electrónica de una obra así tendría que tratar de sacar el máximo rendimiento a las posibilidades del hipertexto, de modo que pudiera estructurarse la información en distintos niveles. Siguiendo la jerarquización habitual en cualquier artículo complejo del diccionario, debería poder accederse desde una visión de conjunto de cualquier entrada, por complicada o extensa que fuera, hasta la cita concreta, pasando por los apartados y subapartados correspondientes.

Esto, que en nuestra opinión es evidente en lo tocante a un diccionario de griego, puede resultar completamente imprescindible en el caso de un diccionario de indoeuropeo. A diferencia de la Lexicografía Griega, la Lexicografía Indoeuropea no puede recurrir evidentemente al estudio directo de ningún corpus concreto de la protolengua. Sí parte, o debería partir, del examen de todos los corpora de las lenguas indoeuropeas, aunque habitualmente de modo indirecto por medio de los estudios y trabajos lexicográficos existentes en cada una de ellas. Se trabaja sobre intersecciones lingüísticas, producto del análisis comparativo y la reconstrucción interna; es a dichos materiales a los que se aplican unas teorías concretas sobre el estudio de la protolengua. Pero, frente a la Lexicografía Griega o la de cualquier lengua antigua de la que existan testimonios escritos, nunca vamos a contar con el testimonio directo de un texto indoeuropeo para refrendar una interpretación. Por lo tanto, es posible encontrar diversas interpretaciones tanto sobre el sentido original de una raíz o una palabra concreta en la protolengua, como sobre su forma, su evolución fonética, la adscripción y validez de los testimonios lingüísticos en que se apoya, o su relación con otros términos o raíces. En un buen númeo de ocasiones lo más prudente puede ser tratar de exponer, razonadamente, las distintas hipótesis existentes sobre un hecho concreto, tratando de evitar el decantarse por una de ellas si carecemos de suficientes elementos de apoyo para ello. Incluso si nos inclinamos por una posibilidad entre varias, puede ser tan importante razonar el por qué de esta elección como del rechazo de las restantes alternativas. Todo esto podrá exponerse y estructurarse de un modo mucho más claro si podemos evitar las limitaciones de un formato lineal. La posibilidad que concede el hipertexto de conectar una abreviatura concreta con una referencia bibliográfica completa acrecienta enormemente su interés. En el caso de un diccionario de indoeuropeo, donde los materiales primarios de estudio, las intersecciones lingüísticas a que hacíamos referencia, suelen tener su apoyo en trabajos muy concretos que es preciso citar, esta ventaja resulta importante.

Ahora bien, junto a esta diferencia entre edición impresa y edición informática o electrónica, evaluable por medio de la variable que hemos dado en llamar «linealidad del texto», hay una segunda característica, cuya distinta proporción establece de nuevo una marcada disparidad entre un formato y otro. Se trata de la «mutabilidad del texto». Con ello hacemos referencia a que, en el formato en papel impreso, cualquier modificación introducida en el texto será el resultado de una nueva edición o reedición del mismo. Para que esto se produzca, habitualmente se requiere el paso de un prudencial período de tiempo. La dificultad de cualquier cambio dependerá, una vez más, del tipo de obra de que se trate, y de nuevo cualquier obra lexicográfica ofrece una problemática especial.

En su trabajo ya citado, Crane incluye, entre sus críticas a la «codex technology» -como él la denomina- del tradicional LSJ, la dificultad que supone cualquier actualización del mismo. Ciertamente un hecho contemplado, no sin desazón, por parte del redactor de un diccionario de autoridades del griego antiguo, es el de que cuando cualquier fascículo o volumen entregado a imprenta no ha salido aún a la luz, ya se acumulan en sus archivos nuevos materiales de interés, pertenecientes a esa parte. Se plantea entonces el dilema de si esperar a que se den las condiciones precisas para abordar una nueva edición de ese texto, o bien recurrir al recurso de añadirlos en un suplemento en los volúmenes siguientes. Tales suplementos son del tipo de los que aparecían en cada nuevo fascículo durante la publicación por entregas del Liddell-Scott-Jones, entre 1925 y 1940, que posteriormente se integrarían en el Supplement de 1968 editado por E. A. Barber, P. Mass, M. Scheller y M. L. West. Y el mismo tipo de suplemento es el incluido en el volumen II del Diccionario Griego-Español como complemento al volumen I, o el recientemente aparecido Revised Supplement de W. P. Glare al LSJ. Según Crane, precisamente la combinación de léxico-base y apéndices ilustra el aspecto más débil de la «codex technology» y subraya la incomodidad y dificultad de su consulta. Ésa es la razón por la que, para evitar la acumulación de suplementos, en el proyecto del Diccionario Griego-Español se ha optado por afrontar una reedición de los respectivos volúmenes incorporando todos los nuevos materiales existentes -el primer volumen de esta reedición probablemente será editado el año próximo-. Esta labor sólo es posible gracias a la introducción en soporte informático del diccionario -llevada a cabo directamente en la redacción de los artículos desde el volumen III, y mediante lectura por escáner y O.C.R. en el caso de los dos primeros volúmenes- y está orientada a evitar las confusiones o inconvenientes que provocaba el sistema tradicional de suplementos. Crane critica con razón tal sistema tradicional, aunque hasta la fecha su versión electrónica no recoge ni siquiera el suplemento de 1968, ni plantea explícitamente, entre sus reflexiones al respecto, la incorporación de tales datos, ya sea de un modo u otro. Por lo tanto, la incomodidad de saltar adelante y atrás para poder consultar determinados datos puede sustituirse de momento por la de saltar de la pantalla a la hoja de papel y viceversa. Lo que sí hace Crane, es subrayar que éste es un excelente momento para convertir nuestros léxicos impresos en formato electrónico, y hacerlos tan útiles como sea posible, pero no para comenzar nuevos proyectos lexicográficos de envergadura, que puedan requerir décadas para su finalización. Un planteamiento maximalista de este tipo, unido a lo que estamos viendo que es su interpretación de la conversión de léxicos impresos en léxicos electrónicos resulta ciertamente llamativo. Preferimos no sacar conclusiones sobre la opinión que tiene Crane acerca de los proyectos lexicográficos que en la actualidad se están desarrollando, y que cabe incluir dentro de la categoría a que él alude. Tampoco sobre cuestiones más generales, como la necesidad -que él parece ignorar- de la existencia de una ciencia básica al lado de una ciencia aplicada. Digamos sólo que sorprende el grado de complacencia que muestra con la novena edición del LSJ, una obra tan digna de admiración, por infinidad de razones que no necesitamos entrar a enumerar aquí una vez más, como necesitada de una completa revisión y reedición. En esta labor tendrían que superarse toda una serie de carencias evidenciadas con el paso de los años, y habría que aprovechar todos los avances que se han producido en el desarrollo de las múltiples disciplinas que configuran el estudio de la lengua y el mundo griego antiguo. Ambas cosas es lo que desde su puesta en marcha hasta la actualidad ha tratado de llevar a cabo el proyecto del Diccionario Griego-Español, que, felizmente, el pasado mes de Agosto vio publicado su quinto volumen en el que se llega hasta el término διώνυχος. Podría pensarse maliciosamente que nuestra crítica al LSJ obedece al exclusivo interés por defender el proyecto lexicográfico en el que trabajamos. Remitimos por ello, para justificar esta crítica, a una opinión tan respetable, lúcida y exenta de sospecha, como la de John Chadwick, -expuesta en el trabajo que citamos en la bibliografía-. Es más, no podemos evitar el citar aquí las siguientes palabras de Chadwick:

«The difficulties in criticising a dictionary are immense. Those with no lexicographical experience will probably still approve much that they examine, for it takes a special kind of scepticism to uncover errors. Only if you have yourself wrestled with these problems will you see how deficient the articles before you are.»
A pesar de todo, la opinión de Crane, aunque totalmente errónea, tiene un fundamento en la característica sobre la que estábamos llamando la atención: la inmutabilidad. No sólo el texto de un diccionario impreso muestra un alto grado de inmutabilidad o de dificultad para el cambio -razón por la que hasta ahora se había recurrido al recurso de los suplementos-. También los materiales primarios sobre los que trabaja el lexicógrafo griego muestran un alto grado de inmutabilidad. Tal inmutabilidad puede verse alterada tan sólo por el trabajo filológico sobre los textos existentes, o bien por los nuevos datos procedentes de nuevas ediciones de textos, especialmente papirológicos y epigráficos. Dado ese alto grado de inmutabilidad en los materiales originarios, puede dar la impresión de que el recurso al suplemento no es tan malo, después de todo, hasta que llegue el momento de abordar una nueva edición del diccionario. Evidentemente ello no justifica la complacencia y la postura de Crane. Como hemos dicho antes, el estudio de los materiales originales no lo es todo en la redacción de un diccionario. Más bien no es nada sin la aplicación de un método lexicográfico, apoyado por una concepción concreta sobre los distintos niveles de análisis.[2] Por lo tanto, ese método lexicográfico reflejará el estado del estudio de la lengua griega en ese momento. Y la conclusión a la que cabe llegar es la de que Crane parece satisfecho con el aprovechamiento electrónico de los resultados de una descripción de la lengua griega en gran medida decimonónica.

En el caso de los diccionarios de Indoeuropeo, el panorama es muy diferente. La posibilidad de cambio de los artículos, no sólo a nivel de detalle, sino a nivel general, es mucho mayor. Constantemente surgen nuevas propuestas etimológicas y los artículos se vuelven obsoletos de modo mucho más rápido. El porcentaje de citas o incluso de artículos que pueden desaparecer o que pueden requerir una redacción completamente nueva es muy superior. Por esta razón, mientras que la vigencia de los diccionarios de autoridades de una lengua concreta pueden abarcar espacios temporales de decenas de años, la necesidad de nuevas ediciones de los diccionarios etimológicos, no subsanable mediante la aparición de meros suplementos, es mucho más apremiante. Sin embargo, salvo intentos como el del diccionario de Mann, o la parte dedicada al léxico en el manual de Gamkrelidze-Ivanov -que merecerían una crítica muy concreta que no podemos abordar aquí-, desde el diccionario de Pokorny poco es lo que se ha avanzado en este sentido. A nuestro parecer, una importante causa para la no aparición de nuevos diccionarios de indoeuropeo estriba precisamente en ese elevado grado de mutabilidad de los materiales primarios sometidos a estudio. En este sentido creemos que el formato de la World Wide Web puede ayudar en buena medida a salvar ese problema. La Web es, por excelencia, el reino de la mutabilidad. Todo lo que aparece en ella es susceptible de cambio, modificación o eliminación, no en cuestión de años, como es el caso de un diccionario impreso, ni tan siquiera de meses o semanas, sino de días. Si la mutabilidad de sus materiales básicos puede suponer un problema en la redacción de un diccionario de indoeuropeo, probablemente la Web sería un instrumento ideal para hacer frente a ello. En cambio, en el caso de un diccionario de griego, dados los aspectos a que hemos aludido antes, quizá no sea tan importante el recurso a una edición completa en formato electrónico, como a la edición de un único suplemento, potencialmente renovable en cualquier momento, hasta que tenga lugar una nueva edición que incluya tales datos. No estamos con ello rechazando las ventajas que tiene la inclusión de un diccionario en formato electrónico. Sólo consideramos que, en el caso de que ello no pueda hacerse reconfigurando su estructura de acuerdo con las características de la Web, tal vez resulte simplemente interesante, pero no tan trascendental como se quiere hacer ver. Es más, la mutabilidad constante de la Web, a la vez que ventaja, puede constituir también un grave inconveniente. A un diccionario en general, y especialmente si es un diccionario de autoridades, se acude, además de como obra de consulta, como obra de referencia indispensable. Por lo tanto la posible alteración permanente de la fuente supone un serio problema para el trabajo científico. No entendemos muy bien el empeño que tienen algunos apologistas de la Web en su afán por proclamar el fin del libro de papel. Si la inmutabilidad de tal soporte es una desventaja para determinados fines, representa, en cambio, una ventaja para otros, como el citado. En el mundo griego constituyó un hito el paso de la ley oral a la ley escrita. La meta buscada era precisamente una relativa inmutabilidad. ¿Podría asimilar el mundo científico actual el fenómeno contrario, esto es, el trasvase total de datos a un medio caracterizado esencialmente por su variabilidad? Quizá, y es una posibilidad que nos atrevemos a sugerir aquí, lo más prudente e inteligente sea tratar de extraer todas las ventajas que cada uno de estos respectivos formatos tienen, evitando posturas extremas y compatibilizando su uso. Al menos, mientras que las desventajas que ofrecen no puedan superarse de un modo completamente satisfactorio.


Notas

[*]
Comunicación presentada bajo el título «Griechische Lexicographie, Indogermanische Lexicographie und Internet» en la VI International Conference about the Use of Computers in Historical and Comparative Linguistics. Frankfurt a. M., 21-24 de Octubre de 1997. (vuelta al texto)
 
[1]
Sobre Lexicografía General y Lexicografía Griega e Indoeuropea en concreto remitimos a los trabajos de Adrados, Bernabé, Chadwick, Haensch, Rodríguez Somolinos, y Zgusta citados en la bibliografía, y muy especialmente al volumen colectivo Introducción a la Lexicografía Griega. (vuelta al texto)
 
[2]
Sobre este tema remitimos especialmente al trabajo de F. R. Adrados, «The Greek-Spanish Dictionary and Lexicographic Science». (vuelta al texto)

Bibliografía:

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1986
«The Greek-Spanish Dictionary and Lexicographic Science». Lexicographica 2: 8-32.
1991
«Dictionaries of Indo-European and their problems». Lexicographica 7: 11-24.
   
Adrados, F. R. - Gangutia, E. - López Facal, J. - Serrano Aybar, C.
1977
Introducción a la Lexicografía Griega. Manuales y Anejos de Emerita 23, Madrid, C.S.I.C.
   
Bernabé, A.
1979
«Investigaciones sobre el léxico indoeuropeo». RSEL 9: 377-94.
   
Chadwick, J.
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«The case for replacing Liddell and Scott». BICS 39: 1-11.
   
Crane, G.
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Diccionario Griego-Español (DGE)
1980 ss.
Adrados F. R. et al., Diccionario Griego-Español. Vol. I-V. Madrid, Instituto de Filología - CSIC.
   
Gamkrelidze, Th.V. - Ivanov, V.V.
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Indo-European and the Indo-Europeans Part I & II (English trad. J. Nichols: Indoevropejskij jazyk i Indoevropejcy. Tbilisi 1984.). Berlín - N. York, Mouton De Gruyter.
   
Glare, P.G.W. - Thompson, A.A.
1996
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Haensch, G. - Wolf, L. - Ettinger, S. - Werner, R.
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La Lexicografía. De la lingüísitca teórica a la lexicografía práctica. Madrid, Gredos.
   
Liddell-Scott-Jones (LSJ)9
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Liddell, H.- Scott, R. - Jones, H. R. - McKenzie, R., A Greek-English Lexicon. With a Supplement edited by E. A. Barber. Oxford, Clarendon Press.
   
Mann, St.E.
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Rodríguez Somolinos, J.
1991
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Zgusta, L.
1986
«The lexicon and the dictionaries: some theoretical and historical observations». Papers in Linguistics 19: 67-81.

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