F.R. Adrados
Introducción a la lexicografía griega, Madrid 1977, pp.259-280


Organización de los artículos del diccionario. Criterios a seguir


I. Teoría general

1. Datos de partida

Los capítulos precedentes habrán hecho ver al lector el estado en que se encuentra actualmente la Lexicografía griega; ese estado ha de ser por fuerza nuestro punto de partida, aunque intentemos mejorar la situación aportando materiales directamente de los textos o revisando las interpretaciones propuestas. Por supuesto, ese material ha de sufrir un tratamiento fundado en puntos de vista de Lingüística General; aunque en los trabajos precedentes se habrá echado de ver, primero, que con frecuencia no se ha llegado a soluciones unánimemente aceptadas y, segundo, que en la práctica, por razones ya teóricas ya del escaso trabajo de detalle realizado, ese tratamiento no es fácil de aplicar a nuestro material lexicográfico.

Ahora bien, no puede esperarse para realizar un Diccionario Griego a que llegue el momento en que la totalidad del material está convenientemente recogido, en que se hayan alcanzado conocimientos teóricos suficientes y seguros en el campo de la Lexicografía General y en que esos conocimientos hayan sido aplicados a ese material.

En ese momento, sin duda muy lejano, podría realizarse un Diccionario exhaustivo y completo de la lengua griega. Pero de momento es importante, a la vista de unos materiales y unos conocimientos teóricos que son de todos modos importantes, realizar un Diccionario que dé una visión de conjunto del léxico griego, más ajustada que las actuales. Aunque para ello haya que incurrir en ciertas desigualdades o acudir a determinados atajos o expedientes.

En lo relativo a los datos o material el ideal sería contar con un banco de datos ya completado como el que está reuniendo el Thesaurus Linguae Graecae de California; todas las palabras, bien lematizadas, con todas sus distribuciones. No sería tarea fácil, de todos modos, tipificarlas y deducir de ahí los sistemas de clasificaciones y campos semánticos. En todo caso, con el material de que disponemos, procedente de toda clase de léxicos e índices, de estudios lexicográficos en libros y revistas, de despojos realizados directamente, es factible intentar en la medida que cabe esa tipificación de los contextos. Y hacerse una idea de su frecuencia, para no dar igual relieve a las acepciones centrales o en todo caso primarias y a las marginales, los usos figurados, los hápax semánticos, las ambigüedades y juegos de palabras, los usos estilísticos diversos.

Por supuesto, los resultados son provisionales; no sólo no disponemos de la totalidad de las distribuciones, con lo que todo estudio de frecuencias que hagamos será provisional, sino que, dado el carácter fragmentario de nuestro conocimiento de la lengua griega, incluso si tuviéramos esos datos totales los resultados serían provisionales todavía.

Con mucha frecuencia los resultados que se obtenga al redactar el Diccionario superarán a los datos o puntos de partida. Hay demasiada deducción precipitada para atribuir a tal o cual palabra carácter dialectal (de este o el otro dialecto) o pertenencia a tal cual nivel literario. Constantemente, se han venido encontrando estrechas las definiciones que atribuían en exclusiva ciertas palabras al jónico o al griego cristiano. El estudio del léxico de los dialectos, de los distintos niveles de koiné, etc., debe, inversamente, progresar a partir de los nuevos Diccionarios, que en lo posible es mejor que se abstenga de poner etiquetas de uso a las distintas palabras. Al contrario, quedan por definir los géneros propios de algunas palabra. No está escrita la historia detallada de la creación del vocabulario científico e intelectual, con su extensión. O bien podemos adelantar que la aparición de ciertas palabras en los Oracula Sibyllina y en escritos órficos tardíos, pero también en oráculos de Dídima y de Egipto mucho más antiguos, hace suponer la existencia de un léxico órfico especial ya desde el s. VI a.C.: un fragmento de esta literatura, del siglo IV, apareció hace poco como es sabido en un papiro de Salónica.

Incluso sin aumentar o aumentando moderadamente los datos se puede llegar fácilmente a definiciones de las palabras más exactas que las habituales. Así ocurre con verbos y nombres relativos al culto, estudiados en la tesis de J.L. Calvo arriba citada, y así ocurre también con adjetivos como ἁγνός o ἅγιος, cuya adscripción y sentidos originales son fáciles de establecer, concretando traducciones vagas como las de `puro' o `santo'. Cf. infra.

Puede decirse, en general, que por escaso que sea nuestro conocimiento de la Literatura griega, unas veces por las pérdidas que ésta ha experimentado, otras por el atraso de la Lexicografía griega, hoy podemos hacernos una idea bastante aproximada del léxico griego en sus diversas épocas y usos. Con un tratamiento crítico y científico puede obtenerse del material existente más de lo que es habitual.

2. Soluciones del análisis semántico y soluciones

Hay cosas que pueden evitarse y cosas que no pueden evitarse en un Diccionario amplio que aspire a abarcar toda la larga historia de una lengua como el griego.

Puede evitarse que los artículos contengan un amontonamiento caótico de traducciones sin que el usuario tenga criterio sobre cuando aplicar las unas o las otras. Un Diccionario bilingüe debe suministrar datos para elegir entre esas traducciones. También pueden evitarse soluciones que sólo aparentemente ponen orden es ese caos; la de dar los ejemplos por orden cronológico o la de darlos por un orden supuestamente «lógico». Para evitar estos errores basta aplicar los criterios deducidos de las consideraciones de Lingüística General recogidas en los trabajos precedentes.

No puede evitarse que el Diccionario recoja una lengua que en realidad no ha existido nunca, es una suma de elementos existentes en distintos momentos y lugares. Un gran Diccionario de una lengua como el griego recoge inevitablemente un diasistema: palabras y acepciones antiguas y recientes, de unos y otros dialectos, unos y otros géneros literarios, unos y otros autores. La falta de datos hace que ni siquiera podamos definir exactamente las distintas partes del diasistema. Lo más práctico es que se procure definir ejemplificar las distintas palabras y acepciones en las épocas, dialectos y niveles en que aparecen; a ser posible, con una representación proporcional a su frecuencia. Pero éste es un ideal difícil de alcanzar.

De todo esto se deduce que, sobre la base de un material lo más amplio, diversificado y críticamente interpretado que sea posible, la organización de los artículos debe establecerse según criterios distribucionales jerarquizados. Es decir: tienen prioridad las distribuciones más especializadas, hasta acabar con las lexías y los hápax semánticos, que responden quizá a innovaciones individuales. Ahora bien, dentro de una distribución puede haber tipos distribucionales subordinados, que son concomitantes con sentidos de la palabra estudiada subordinados al sentido general que tiene en el tipo distribucional que subordina a estos otros.

Se impone, pues, una organización escalonada de los artículos: A, B, C ...; I, II, III; 1, 2, 3, ...; a, b, c ... Naturalmente, con la mayor frecuencia son suficientes sólo dos escalones (I, II, III; 1, 2, 3, ...) o incluso uno (1, 2, 3 ...). Pero hay que insistir en que no se trata de jerarquizaciones arbitrarias, sino condicionadas distribucionalmente. El criterio cronológico puede aceptarse, todo lo más, como subsidiario; para ordenar dos tipos distribucionales jerárquicamente iguales o los ejemplos de un tipo distribucional. De igual modo que es un criterio subsidiario, como decíamos, el introducir material de fechas, lugares y niveles diferentes, incluso cuando distribucionalmente es equivalente. Así, se logrará no sólo establecer las acepciones de las palabras sino también, en cierta medida, referirlas a su ambiente cronológico, local, sociolingüístico o de estilo.

Los tipos distribucionales, por lo demás, no siempre son estrictamente separables; no lo son sobre todo cuando no se fundan en hechos de Gramática o en las subclases de palabras, sino en grupos léxicos restringidos y mal definidos. Si a ello se añade que las variaciones dentro de una distribución fundamental con frecuencia no se reflejan en la traducción, de ahí se deduce que es más práctico darlas mediante separaciones menos tajantes que los apartados antes citados. Nosotros empleamos el punto y coma en este caso e incluso cuando dos distribuciones diferentes responden a un mismo sentido y una misma traducción de la palabra estudiada. Todo esto será precisado luego mediante ejemplos adecuados.

La distribución gramatical o fundada en el orden de palabras puede darse en general en forma abreviada; indicación del caso regido o de la construcción, del carácter intransitivo o transitivo del verbo, de la clase de palabras del nombre sujeto, de la clase del verbo (accipiendi, de movimiento, de movimiento figurado, de «decir»), etc. Pero en ocasiones se hace necesario el empleo de paráfrasis, sobre todo, cuando se trata de un contexto amplio difícilmente formalizable; hablamos de «movimiento hacia el sujeto», o «alejándose del sujeto», de «contexto afirmativo» o «negativo», «positivo» o «peyorativo», etc. Otras veces el contexto es demasiado complicado o se trata de usos raros o incluso hapax; resulta más práctico entonces dar, dentro del apartado correspondiente, la frase textual con su traducción. Pero es un recurso extremo y ello no sólo porque consume espacio, sino, sobre todo, porque hace más difícil de seguir el esquema de los tipos distribucionales.

Conviene recordar, al llegarse a este punto, que la distribución no es solamente verbal. El contexto extraverbal decide con mucha frecuencia el sentido de las palabras y a él ha de hacerse por fuerza referencia. También importa indicar el lenguaje científico o técnico al que pertenece un uso de una determinada palabra: música, astronomía, lógica, geometría, etc. En el fondo, pertenece al mismo orden de cosas el indicar que un sentido de una palabra es propio, por ejemplo, del lenguaje cristiano, tal bautizar para βαπτίζω. Se trata de un contexto o distribución muy amplio, concepto que aquí llega a confundirse con el de dialecto o nivel lingüístico. Pero en este terreno hay que proceder con prudencia. Todos los dialectos y niveles del griego tienen como común el centro del código; y definir qué es lo que en el código es central y qué es lo marginal, así como los distintos márgenes, ya hemos advertido que no es tarea sencilla.

Ciertas distribuciones especiales tienen sobre el significado de las palabras efectos que son, por decirlo así, de tipo general. Crean, por ejemplo, los usos figurados, caracterizados por la reclasificación de las palabras dentro de las subclases de palabras y por el coeficiente de abertura y baja frecuencia. Las distribuciones únicas y exclusivas crean las lexías. La coincidencia de dos distribuciones de una misma palabra, por un hecho de ambigüedad, crea los dobles sentidos, las alusiones, los juegos de palabras cómicos; el autor de un Diccionario debe hacer alusión a todo esto, incluso mediante referencias cruzadas de unos apartados a otros dentro del mismo lema. Los diversos efectos de estilo también quedan inclusos en este apartado, aunque sea mucho más difícil señalarlos en un Diccionario; hacerlo exhaustivamente es imposible, selectivamente tiene problemas.

Al llegar aquí hemos de recordar que el sentido de las palabras accede a la conciencia de los hablantes de una lengua no solamente a través de las distribuciones y su frecuencia, sino también a través de su papel en el sistema opositivo y en las transformaciones. Pero el sistema opositivo hemos de deducirlo del distribucional, así como también el transformativo. Para el autor de un Diccionario el sistema distribucional es la base de todo. Pero una vez que, a partir de él, se han deducido consecuencias sobre los otros, es importante hacerlas constar, para orientación del lector.

En III.1 hemos indicado lo que puede hacerse a este respecto. Pueden indicarse los usos neutros, las oposiciones, los términos genéricos, los sistemas de oposiciones paralelos (es decir, que παῖς, por ejemplo, puede ya oponerse a ἀνήρ, ya a νεανίας y ἀνήρ), las oposiciones múltiples que crean dos o más semas o rasgos distintivos (γυνή como mujer casada, por ejemplo), la existencia de sistemas alternativos o simultáneos, como los que crean usos técnicos de ciertas palabras al lado de los comunes, etc. También puede aludirse a las diferencias de uso o asimetrías entre sectores de un campo o en las transformaciones, haciendo ver cómo se subsanan en épocas posteriores. Todo esto es sumamente interesante para captar el sentido de las palabras, al referirlas unas a otras; el problema es el atraso en que se encuentra este género de estudios, que sólo pueden avanzar sobre la base de estudios distribucionales de todas las palabras del campo. Es decir, sobre Diccionarios bien hechos y lo más exhaustivos posible.

Efectivamente, ensayos como el de Alinei, ya citado, o el de Agricola[1] para crear un Thesaurus o repertorio total de léxico de una lengua, con indicación de las relaciones (en sentido amplio) de cada palabra con las demás mediante un sistema formalizado, más que otra cosa nos hacen ver lo difícil de la empresa, lo alejados que estamos de ella. En definitiva las relaciones se fijan intuitivamente y se expresan mediante palabras de la lengua, las listas de las mismas son abiertas, se reconocen los infinitos casos de abertura, etc. Es, simplemente, tratar de circunscribir con la mayor precisión posible los hechos a que hemos estado aludiendo en este capítulo y en el anterior.

En suma: no existe hoy día posibilidad de dar una especificación directa, exhaustiva y formalizada de las acepciones de las palabras. Hay que acudir a los recursos que hemos mencionado, renunciando de todos modos a la exhaustividad. Pero tenemos además a nuestra disposición otro recurso más, el de las traducciones. Veamos sus ventajas e inconvenientes.

3. Problemas de la traducción y soluciones

Hemos visto en III.1 que el significado es captable, para los hablantes de una lengua, por las relaciones entre las palabras; por coordenadas, por decirlo así, entre distribución y situación en sistema, todo lo cual implica la consideración de clases y subclases de palabras, transformaciones y frecuencias. Se captan, en suma, diferencias, que delimitan en cada caso el «contorno» de la palabra o acepción y precisan el detalle con que el referente es aludido o captado. Así accede a nosotros el significado de las acepciones, a partir del cual sólo de una manera vaga e imprecisa construimos, a veces, un significado total de la palabra; una abstracción que ha de precisarse en cada abstracción. Aunque, a decir verdad, también el significado de las acepciones es una abstracción, pues si hablamos de tipificación de referentes, de frecuencias, etc., la verdad es que con ello introducimos generalizaciones, pues no hay dos usos idénticos de una misma palabra. Y el límite del sentido de la palabra dentro del total de la distribución es más bien un corte arbitrario que hacemos cuando practicamos la reflexión.

De ahí la dificultad o imposibilidad, mejor, de segmentar en semas universales o particulares, el contenido de las palabras; de ahí el carácter más bien arbitrario de las clasificaciones de los semas, lo indemostrable de los análisis en semas.

Hay otra dificultad más grave. Esos semas no pueden enunciarse más que con palabras de la lengua, usada como metalengua. Analizamos palabras mediante otras palabras que a su vez necesitan ser analizadas y sentamos, por hipótesis, una concepción circular en la que unas palabras por decirlo así elementales se combinan variamente para crear las demás. Esto no pasa de ser una hipótesis, como la del carácter lógico de las relaciones entre las mismas.

Y, sin embargo, por impreciso que el procedimiento sea, no tenemos otro para marcar las relaciones entre las palabras que definir esos rasgos opositivos o distintivos mediante la propia lengua objeto de estudio (o una traducción a otra). Así procede la tradición lexicográfica griega, nacida para explicar las «palabras difíciles» de Homero y otros autores y cuya larga tradición hemos seguido en I.2 y 3. Exponiéndose, por supuesto, a errores y distando mucho de dar definiciones exhaustivas que precisen sobre los distintos significados con todos los datos distributivos y oposicionales. Hay que observar que cuando hablamos de semas o cuando acudimos a simbolizaciones diversas, en realidad no se varía de procedimiento; se trata siempre de definir el máximo de rasgos de la palabra o la organización de los mismos mediante el uso de la metalengua, aunque a veces, para mayor comodidad, sea traducida previamente a un inventario reducido de símbolos. Hemos hecho notar que con contamos con inventarios suficientes de los mismos ni creemos que pueda encontrarse uno que satisfaga a todas las necesidades de la definición semántica.

Este proceder continúa siendo absolutamente necesario y sobre ello hemos de volver. Pero tiene que ser complementado, según hemos dicho, por datos distribucionales, opositivos y otros que hablan al lector más clara y directamente que las paráfrasis metalingüísticas y le llevan a deducir consecuencias que sería largo y engorroso explicar en palabras. Estos recursos, además, dan al usuario del Diccionario un medio de control muy conveniente. Paráfrasis e indicaciones directas se complementan y se controlan recíprocamente.

Ahora bien, cuando se trata de un Diccionario bilingüe hay que añadir un tercer recurso para definir el significado y es aquél al que queremos referirnos en el presente apartado: la traducción a la lengua de salida.

Esta traducción tiene, ciertamente, inconvenientes muy graves; ya hemos adelantado cosas y volveremos sobre ello. Pero también tiene ventajas considerables y, además, responde precisamente a las necesidades y exigencias de dichos Diccionarios. Veamos los dos puntos independientemente:

1. Las traducciones son, ciertamente, imprecisas: aire no es lo mismo que ἀήρ, puro no es lo mismo que ἁγνός, bueno no es lo mismo que ἀγαθός, justicia no es lo mismo que δίκη, amor no es lo mismo que ἔρως o ἔρος, pero nos dan una primera aproximación, directa y no opositiva, al contenido. Por otra parte, el uso del criterio distribucional en la redacción de los artículos permite disminuir los riesgos; las traducciones responden a determinadas distribuciones de las palabras griegas, no a todas; y las palabras españolas se emplean como traducción sólo en el sentido dado por la distribución que corresponde en español a la de la frase griega a traducir. El problema es que el sentido de la palabra griega en esa distribución puede ser más restringido; el ἔρος de Safo es amor, pero un amor que va de un sujeto a un objeto, que es inspirado por los dioses, etc. Ἁγνός es puro pero en sentidos diferentes; se dice de un hombre que no ha derramado sangre, de hombres o mujeres que no han tenido relaciones sexuales incestuosas o que se han purificado tras el acto sexual, de mujeres vírgenes, en literatura cristiana del que está libre de pecado, etc. Ahora bien, estas precisiones pueden darse mediante el uso de paráfrasis obtenidas por vía distribucional y oposicional.

Por otra parte, un recurso útil es el de traducir una palabra en una distribución no por una sola palabra española, sino por una serie de ellas; una de sentido más genérico y otras de sentido más restringido, pudiendo encabezar también la palabra genérica a otra u otras distribuciones. En una palabra como ἁγνός, que acabamos de mencionar, el DGE traduce en varias acepciones: puro, santo, que no rompe ninguna ley religiosa, bueno, recto; puro, no contaminado por relación consanguínea; puro, purificado después de las relaciones sexuales; puro, casto. Llamamos a éstas traducciones complejas.

Así, la traducción tiene sólo un carácter indicativo, debe ser completada mediante las traducciones paralelas y mediante toda la otra serie de indicaciones; datos sobre el sistema léxico, ya expuestos directamente, ya mediante paráfrasis. así, se supera el tipo de diccionario que da una serie desordenada de traducciones no relacionadas explícitamente con los usos del original. La traducción es una aproximación, un punto de partida para penetrar más profundamente en el sistema significativo de la lengua original o en los distintos sistemas de la misma, ligados a sectores de pensamiento, niveles de lengua, etc.

2. Un Diccionario bilingüe trata, en definitiva, de superponer el «mapa semántico» de cada palabra de la lengua de entrada (el griego antiguo en nuestro caso) y el de diversas palabras de la lengua de salida (el español). Esta es su finalidad, lograda ya mediante traducciones, ya mediante indicaciones diversas que apuntan a lo diferencial de los hechos griegos. Por tanto, si prescindiéramos de las traducciones, esta finalidad suya quedaría incumplida, tendría que suplirla el lector. Por ello, la organización de los artículos o lemas del DGE (como de cualquier Diccionario bilingüe) se realiza en función de los significados de la lengua de salida, el español en nuestro caso. Ahora bien, si nos interesamos por la articulación de los significados de las palabras griegas, este proceder tiene ciertamente un efecto distorsionante, pero también procura ayudas y ventajas. Veamos uno a uno los dos puntos.

a) Es un hecho bien conocido, sobre el que no es cuestión de insistir aquí, el del anisomorfismo de las lenguas.[2] Allí donde una lengua ve unidad, otra ve multiplicidad; al bois francés responden en esp. bosque y madera, al cerdo español responden en ingl. pig y pork, etc. Es claro que al traducir de una lengua a otra se introducen distinciones, así al traducir del fr. al esp. y del esp. al ingl. las palabras citadas; y al propio tiempo se pierden distinciones, así al traducir, inversamente, del esp. al fr. y del ingl. al esp. Otras veces las correspondencias son sólo aproximadas, así en los casos arriba mencionados. O bien lo que en una lengua es gramatical en otra es lexical (véase ejemplo supra) o al revés.

Por tanto, organizando las distribuciones de una palabra griega de modo que cada grupo de ellas corresponda aproximadamente a una palabra española nos exponemos a dividir lo que desde el punto de vista del griego es una unidad y, al tiempo, a unir en un solo apartado lo que quizá presente diferencias de significado, pese a la traducción común.

Por ejemplo, hemos visto más arriba dos distribuciones de ἀπό que se traducen por de y una que se traduce por desde; pues bien, si las distribuimos en dos apartados nos exponemos a englobar en uno de ellos dos cosas en cierto modo diferentes, a juzgar sobre todo por las oposiciones. O bien: hemos hablado de las tres traducciones españolas de δάμνημι según el complemento que lleve; pero nada nos indica que desde el punto de vista del griego haya conciencia de la diferencia entre esas acepciones.

b) Y, sin embargo, la comparación de un sistema semántico con otro utilizado como metalengua para exponer el primero, que es lo que hacen los Diccionarios bilingües aunque se auxilien también con otros datos, por muy distorsionante que sea para el primer sistema, es quizá el mejor o incluso el único modo de exponerlo en forma tal que no sólo se refiera a rasgos o relaciones, sino también directamente a contenidos.

En palabras muy frecuentes y que, por tanto, se combinan con una gran parte del léxico de la lengua, una exposición distribucional seguida de otra opositiva y de datos de frecuencia produce un número muy elevado de posibles acepciones; acepciones que no son, por lo demás, otra cosa que abstracciones de usos más diversificados todavía según las palabras de la distribución y segmentaciones a veces sin clara vigencia en la conciencia lingüística de significados totales de las respectivas distribuciones. Por otra parte, el problema de cuándo las oposiciones representan una polarización de los sentidos o cuándo hay neutralización (de ἀπό y ἐκ, por ejemplo), es muy difícil.

Carecemos, en definitiva, de criterios claros para dibujar el mapa de la significación agrupando distribuciones o, por el contrario, separándolas. Las muy diferentes y con oposiciones muy diferentes es verosímil que se refieran a significados diferentes; pero hay zonas de transición sobre las que es muy difícil decidir.

En cambio, la exposición de un sistema léxico por medio de otro usado como metalengua suministra el instrumento para esa descripción. Puesto que las traducciones se refieren a diferencias de distribución y sistema, es claro que el mayor daño que pueden hacer es dar un relieve excesivo o insuficiente a la organización del significado en la lengua de entrada; o bien atribuir una traducción solamente aproximada. Pero permite agrupar hechos y trazar líneas de organización. Conociendo los principios de la Semántica, sabiendo interpretar además los datos sobre distribuciones y demás, las paráfrasis, etc., puede el lector interesado acercarse a la interpretación del sistema léxico de la lengua de entrada. Quizá sea la mayor aproximación posible, por ahora, si no queremos caer en el atomismo de las múltiples distribuciones que se degradan; es desde luego preferible, pensamos, a simplificaciones artificiales a base de semas o rasgos opositivos fijos y universales.

Con todo, no hay que olvidar que la finalidad principal del Diccionario bilingüe no es ésta. Su finalidad principal es indicar a qué traducciones precisas (para mayor precisión las palabras de la lengua de salida son completadas con paráfrasis y otros datos) responden usos precisos de las palabras de la lengua de entrada. Para llegar a conseguir este ideal, en la medida en que es asequible, el Diccionario bilingüe por fuerza ha de realizar un estudio profundo de la estructura del significado de la lengua de entrada. Esta estructura es la que traduce, con una distorsión quizá inevitable, pero que, adicionada con determinadas correcciones, deja en cierta manera reconocerla.

Así, el Diccionario bilingüe, a más de su finalidad propia, tiene la segunda de ayudarnos a profundizar en la estructura semántica de la lengua estudiada. Ya hemos dicho que suministra datos inestimable para ello; y que los estudios sobre semántica de la lengua de entrada son valiosos para él. En realidad, hoy por hoy, es un instrumento del que no podemos prescindir para estudiar la estructura semántica de una lengua. Pues el carácter escurridizo de los hechos semánticos obliga a utilizar para apresarlos todos los medios disponibles; y la traducción (relación con otro sistema) es, según hemos visto, un medio importante, aunque evidentemente no único. Pues precisamente el suplementar las meras traducciones con otros datos es el mayor progreso que se puede aportar a la lexicografía.


II. Ejemplificación a partir del DGE

La organización de las acepciones de traducción de una palabra como ἀλλά revela un árbol muy claro, basado exclusiva o caso exclusivamente en la consideración de las construcciones gramaticales y ciertos rasgos sintácticos muy generales. Dan la clave para que el que vierte al español elija entra traducciones como `pero', `sino', `al menos', `sin embargo', `ea', `así pues', `pues entonces', etc. Hay que notar, con todo, que en ocasiones las traducciones del DGE son parcialmente iguales en dos acepciones: en B I 1 damos `sino', en B I 2 `sino, no otro que'; en C I 1 `al menos, sin embargo', en C II `por lo menos'; en A I 1 `pero', en D I 3 `pues, pero'. En estos casos acudimos al recurso, para introducir una misma palabra española con dos matices, de acompañarla, en alguna o algunas de sus apariciones, de otra. También hay que indicar que a veces la traducción no puede darse para ἀλλά independientemente, sino para una agrupación de palabras en que se incluye. Estos dos recursos, el de la traducción múltiple y el de la traducción por sintagmas o grupos, han sido ya debidamente justificados.

La ramificación de ἀλλά es la siguiente, reducida a lo esencial y prescindiendo de ejemplificaciones que serían fáciles de dar:

    A
Introduciendo una adversativa, dependiente de frases afirmativas
    I
1 pero (ἐγὼ μενέω ... ἀλλ' ἕτερον πέμπω yo me quedaré pero envío a otro. 2 ἀλλ' οὐ pero no.

    B
Íd. íd., dependiente de frases negativas
    I
1 sino (οὐ κακὸς ἀλλ' ἀγαθός no malo, sino bueno. 2 La negativa expresada con ἄλλος `otro' e indefinidos sino, no otro que (οὔ τί μοι αἴτιος ἄλλος ... ἀλλὰ τοκῆε ningún otro es culpable ... sino mis padres). 3 Íd. con adverbios comparativos no tanto ... como (καὶ ἔστιν ὁ πόλεμος οὐχ ὅπλων τὸ πλέον, ἀλλὰ δαπάνης la guerra no es tanto cosa de armas como de dinero).
    II
Íd. introduciéndola con μή `no', μἀλλά no ... sino, no ... sino más bien (μῶν ἡλιαστά; μἀλλὰ τρόπου ¿Heliastas? Más bien de los otros).

    C
Introduciendo principales de oraciones condicionales o causales
    I
1 Con subordinaciones afirmativas al manos, sin embargo (εἴ πέρ γάρ τε χόλον ... καταπέψῃ, ἀλλά τε καὶ μετόπισθεν ἔχει κότον pues aunque digiera ... su ira, para en adelante guarda resentimiento). 2 Íd negativas de todas formas (αἰ δε δῶρα μὴ δέκετ' ἀλλά δώσει y si no acepta regalos, los dará).
    II
Con determinaciones temporales por lo menos (ἤ γνώσεται γοῦν άλλὰ τηνικαῦθ' o se dará cuenta, al menos entonces).

    D
Introduciendo frases simples
    I
En órdenes, ruegos, con idea de oposición 1 Con imperativo, etc. ea, así, pues (ὤ νέοι, ἀλλὰ μάχεσθε jóvenes, luchad). 2 En respuestas de varios matices pues entonces (πατέρα δέ μοι δὸς εἰσιδεῖν. - οὐκ ἂν τύχοις. - ἀλλὰ παρθένους ἀδελφάς ¡déjame ver a mi padre! - No vas a lograrlo. - Al menos a mis hermanas. 3 Introduciendo preguntas insistentes pues, pero (οὐκ ἔτιν ... Ζεύς. - ἀλλὰ τί ¡No hay Zeus! - ¿Pues qué?).
    II
Íd., con idea de asentimiento , bien, en verdad (ἐρώτα ἢ ἀποκρίνου. - ἀλλὰ ποιήσω ταῦτα pregunta o contesta. - Lo haré).
    III
En comienzos de discurso bueno, bien.

    E
Grupos de ἀλλά y otras partículas (omitimos la descripción).

Como puede verse, el concepto de sintaxis es un tanto amplio; abarca desde los tipos de oraciones (principales o subordinadas de varias clases) a las palabras gramaticales (μή, indefinidos), al concepto de «frase» que engloba el de oración y el de unidades inferiores a ésta; abarca incluso las unidades literarias (diálogo, discurso). Estos rasgos sintácticos se jerarquizan en la forma indicada, que corresponde aproximadamente con la jerarquización de las traducciones. En efecto, las de A se centran en `pero', las de B en `sino', las de C en `al menos', las de D en `así pues'.

Veamos ahora un ejemplo en que la consideración de los hechos gramaticales se combina con la de sólo dos subclases de palabras, los nombres de cosa y de persona, para dar un árbol de acepciones de traducción igualmente de tipo «directo» con correspondencias, en principio, de una traducción para cada acepción. Nos referimos al verbo ἀμύνω. El esquema es:

    I
Act. y med., ac. de cosa o pers., alejar algo nocivo de alguien 1 Act. y med. rechazar (δούλιον ἦμαρ la esclavitud). 2 Act., ac. de pers. y gen. de cosa apartar algo de alguien (Τρῶας νεῶν a los troyanos de las naves). 3 Act., dat. de pers. librar a alguien de algo (Δαναοῖσιν λοιγόν a los Dánaos de la peste).

    II
Act. y med. de pers. asistir, ayudar a alguien (Ἀργείοισιν a los argivos). 2 Act. y med. abs. ayudar, socorrer (συνδικασταί ... ἀμύνατε compañeros jueces ... socorredme). 3 Act. y med., gen. o prep. y gen. luchar por proteger a (νεῶν las naves). 4 Ac. de cosa beneficiar (véase infra).

    III
Generalmente med. corresponder a alguien con algo. 1 Ac. pers. vengarse de (σιδήρῳ ... ἠμυνάμην αὐτόν con el hierro ... me vengué de él). 2 Íd. agradecer (τοῖς ὁμοίοις ἡμᾶς a nosotros con lo mismo).

En este esquema es muy clara la formalización de I y II (en éste falta el ac. salvo en 4) y muy claros los sentidos generales de I, II y III. Es interesante notar que, a más de la oposición de las dos subclases del nombre citadas, entran factores nuevos como son la oposición de voces y el régimen casual del verbo. También hay que notar que es un hecho que caracteriza a las acepciones el que en ellas las oposiciones puedan neutralizarse; la de las voces se neutraliza en I 1, II 2, 3, a veces en III: a efectos de traducción, pues puede ser perceptible el matiz distintivo; la oposición cosas/personas se neutraliza en I 1 y II 3.
Un problema que nos lleva a un terreno nuevo es el de la aparente ambigüedad en parte del cuadro; iguales construcciones con diferente traducción. Tenemos un régimen de ac. en I, II 3 y III, con sentidos muy distintos. Y son muy distintos los dos sentidos de las acepciones III 1 y 2.

Esta ambigüedad es sólo aparente. II 4, con acusativo de cosa, forma una excepción dentro de II, donde se clasifica por la traducción; es un uso muy raro y tardío, sólo conocemos un ejemplo de Nicandro, Th. 868 (con νηδύν `vientre'), de modo que sincrónicamente cae fuera del sistema y no procura problema. En cuanto a la ambigüedad de III, en primer término hay que decir que es menor de lo que parece; III sólo tiene voz media y sólo acusativo de persona, y no está atestiguado en Homero y textos bélicos, a los que se refiere la mayoría de los ejemplos de I, además faltan los regímenes de genitivo y dativo característicos de I 2 y 3. Más todavía: aunque no recogido en el cuadro, III suele presentar un segundo régimen, que indica causa de la venganza o gratitud (ὑπέρ `por', etc.). Y, sobre todo, el contexto amplio refiere esta causa al pasado y especifica si la acción pasada es perjudicial o benéfica y, por tanto, si el verbo indica venganza o gratitud. Así, pues, por primera vez en nuestros ejemplos interviene el contexto lejano.

Pero dejemos de momento este tema, que nos aleja de las distribuciones más simples que ahora estamos estudiando. Estudiemos el influjo de las SCP en el establecimiento de acepciones, libre ahora de condicionamientos gramaticales o dentro de un único condicionamiento posible.

Así como en la organización de las acepciones de ἀμύνω intervienen los diferentes tipos de sujeto (siempre es de persona), en un verbo como ἀκμάζω las acepciones se organizan precisamente en función del sujeto. Señalemos algunas: de frutos madurar, estar en sazón; de personas estar en pleno vigor, alcanzar la madurez; tb. de animales; de ciudades y estados alcanzar el mayor florecimiento o poder; de abstractos indicando procesos o actividad estar en su momento culminante o más violento (πυρετός, νόσος, πόλεμος, θυμός, etc.); del Nilo estar crecido; de palabras de tiempo estar avanzado (ἔαρ, ἔτος). Se trata de SCP, válidas al menos para la distribución de ἀκμάζω, casi todas, además, distribucionales: con sujeto de pers., ciudades, etc., un dat. instr. que procura el sentido de abundar en (πλούτῳ, ρώμῃ), sobre todo abundar en efectivos militares (σώμασι, ναυσί, etc.).

Otro ejemplo simple es el de los adjetivos, que suelen organizar sus acepciones según las SCP de los nombres que determinan; aunque en este caso los matices suelen ser muy fluctuantes, igual que las SCP. Es claro, por ejemplo, lo que ocurre con el término homérico y poético ἀμέγαρτος: con pers. es desventurado, con cosas, normalmente abstractos, lamentable, espantoso; no son desventurados πόνος, ἀυτμή, sino los hombres implicados en ellos, calificados con el mismo adjetivo.

De un modo paralelo, ἄκρατος es, referente a cosas, sin mezcla, mientras que para personas, se ha llegado a partir de la idea de falta de moderación a un sentido inmoderado, destemplado. La distinción es fácil. Pero con los nombres de cosa hay muy varios matices. Es puro el vino y otros líquidos, puro, intenso, vivo se dice de colores y olores; para cualidades, etc. interviene un sentido figurado puro, no contaminado, no adulterado, como se ve hay una gradación, usamos traducciones complejas.

Ahora bien, no debe creerse que los adjetivos se definen sólo mediante este proceso. Lo que sucede es que las relaciones gramaticales de un adjetivo suelen estar, por así decirlo, latentes; el adjetivo es una simple determinación del nombre y los tipos más generales (gramaticales) de determinación sólo se reconocen por transformación. Una transformación verbal del adjetivo ἄκοπος, por ejemplo, nos llevaría de un lado a un part. pasivo (οὐ κεκομμένος), de otro a uno activo (οὐ κόπτων); de ahí los dos sentidos pasivo y activo de nuestras dos acepciones I y II de la palabra, que luego se subdividen según las SCP del nombre (I no golpeado, cansado, molido, cortado, apolillado; II que no cansa, que quita el cansancio).

Pero dejemos de momento el criterio de las transformaciones, sobre el que hemos de volver. También en el caso de los nombres es decisivo el criterio de las SCP del contexto, salvo excepciones con un determinante que es gen. de nombre o adjetivo.

Un nombre como ἀκμή, del cual es un denominativo ἀκμάζω estudiado más arriba, se traduce de acuerdo con las SCP del gen., siempre subjetivo; hay una relación estricta con el verbo. Nuestro grupo I se refiere a nombres concretos (filo o punta de armas, instrumentos, extremidades del cuerpo); el II a frutos, personas, conceptos que admiten gradación, culminación de la belleza, la inteligencia, etc.); el III a palabras de tiempo (época avanzada de una estación momento justo para, con inf.).

Hasta qué punto estas acepciones deben ocupar apartados independientes o separarse con punto y coma dentro de uno o darse mediante el sistema de «traducciones múltiples», es tema altamente subjetivo. Como lo es el de la real unidad o grado de unidad de las acepciones; objeto de especulación más para el semantista que para el autor de un Diccionario bilingüe.

Un problema semejante se nos presenta con los usos figurados. Se basan en determinar el nombre mediante una SCP anómala; por ello es claro que merecen un tratamiento aparte, un número especial con la indicación fig. Pero es discutible en qué medida se introduce una diferencia de traducción. Cuando son frecuentemente determinados por la misma SCP, tienden a desgajarse, a perder casi su carácter de figurados y, entonces, la traducción por una palabra distinta de la comúnmente usada es de regla. Otras veces hay situaciones intermedias: ἄκρον, que es habitualmente pico, cima, cumbre (de un monte, etc.) o cabo, punta, promontorio puede admitir en su uso fig. (con determinantes abstractos) una traducción compleja como eminencia, culminación, cumbre, que repite parcialmente la de I. El caso es favorable, porque cumbre tiene, como la palabra griega, los dos usos concretos y figurados.

Pero veamos αἰχμή punta (de lanza, de flecha, etc.), lanza. Los usos figurados equivalen objetivamente a guerra, valor, imperio, tropa, sentidos muy distintos, que nosotros hemos preferido dar bajo apartados diferentes en el DGE. Puede objetarse que se pierde precisamente el carácter figurado del uso. Ahora bien, es admisible que un traductor del Agamenón de Esquilo, 483, hable de la lanza de una mujer para referirse a la dominación de Clitemestra; pero el autor de un Diccionario se ve obligado a precisar, en casos como éste, entre los varios sentidos figurados, porque si no deja de orientar a sus lectores. Por supuesto, esos varios sentidos se fundan en las SCP y en el contexto más amplio, que deciden si se trata de la guerra (lacrimosa, de Ares ...), el valor (de soldados, etc.) y así sucesivamente.


III. Hechos distribucionales complementarios y hechos opositivos

En la exposición anterior se ha echado ya de ver que la distribución próxima y explícita presenta a veces problemas y que hay que echar mano de criterios adicionales; hemos aludido muy concretamente al de la transformación. Vamos a hablar de otro más.

Supongamos un nombre cuya organización en acepciones está condicionado por una serie de determinaciones en gen., según hemos expuesto. Es claro que si en un pasaje dado falta la determinación en gen., pero puede suplirse por el contexto amplio, el efecto es el mismo. Hay que indicar el hecho, naturalmente, mediante una paráfrasis.

Así ἀκρωτέριον aparece en el sentido de cabo, promontorio con determinación de gen. en pasajes como Hdt.4.43, Th.1.30, Plb.16.29.13; pero sólo el contexto amplio define pasajes sin gen. como Arist.Metaph.1024a25, donde se trata del extremo de una vasija o de usos como mascarón de proa en Michel 116 (Delfos VI a.C.) y acrótera en Pl.Criti.116d, etc.

La palabra ἀήρ, entre otras infinitas, nos suministra igualmente ejemplos de este tipo, pero también otros que nos permitirán avanzar más. Si un gen. τοῦ βαλανείου determina el sentido sala de vapor de ἀήρ en Gal.11.14 y otro τοῦ βωμοῦ el sentido espacio superior de un pedestal en una inscripción en Glotta 50.61, en cambio tenemos que recurrir al contexto amplio o situacional para ἀήρ terraza, azotea en PMonac.8.12 (VI d.C.), etc. Más todavía: sólo ese contexto amplio determina, en Homero, si nos hallamos ante una nube verdadera o ante una especie de niebla producida por los dioses para salvar a sus protegidos en el momento del peligro. En cambio, el sentido clima se denota mediante determinaciones adjetivales.

El concepto de contexto amplio es precisado y hecho más utilizable, en ocasiones, mediante dos recursos. Uno, el género literario o especialidad científica; en el caso de los textos filosóficos, aíslan y unifican entre sí una serie de textos en que aire es uno de los elementos. El segundo recurso confluye con éste; se trata de las oposiciones. Cuando ἀήρ se opone a γαῖα, γῆ es aire, no nube o niebla; y cuando se opone también a πνεῦμα, αἰθήρ, la precisión de la definición, en textos filosóficos como decimos, es mayor, aunque el español siga empleando la traducción aire. Esos términos opuestos aparecen con frecuencia en el mismo contexto.

El manejo de los opuestos, junto con el de distribuciones próximas y lejanas, sinónimos y transformaciones es decisiva en la organización de acepciones de palabras de importancia cultural; son necesarias también las paráfrasis, pues con frecuencia la traducción pura y simple no resulta suficiente.

En una palabra como δόξα la oposición entre I expectación, opinión y II reputación, buena fama es más claramente visible acudiendo a las transformaciones (ἐγὼ δοκῶ, μοι δοκεῖ / δοκεῖ) que a una suma de distribuciones muy larga: δόξα II va con ἔχω y verbos similares o se caracteriza por ciertos adjetivos, el gen. objetivo, etc. Por otra parte, la distinción entre I 1, 2 y 3 se logra, tanto por vía distribucional (I 1 expectación es con giros preposicionales o con fut., etc.) como por vía opositiva: I 3 opinión (desvalorizada) se opone a ἀλήθεια y ἐπιστήμη; se trata, además, de textos filosóficos.

De todas maneras, es lo más frecuente que en palabras difíciles haya que manejar simultánea o alternativamente todos los recursos. Veamos algunos tipos frecuentes de contextos amplios que intervienen en las clasificaciones y que son ya previos, ya posteriores a la intervención de otros recursos:

1. Contexto neutro/positivo/peyorativo. Los hemos empleado ya para justificar la oposición vengarse de / agradecer en ἀμύνω III 1-2. Es un fenómeno frecuente. Explica, por ejemplo, la oposición reputación / buena fama en δόξα II 1-2; la de causante / culpable en αἴτιος I 1-2, la de recompensar, castigar en ἀμείβεσθαι II 1, las acepciones C de αἰσχύνη (pundonor, heroísmo) frente a las B (deshonra, vergüenza). En estos casos y en muchos más el que el contexto amplio juzgue positiva o peyorativamente o no juzgue la acción verbal subsume una larga serie de hechos de distribución muy difíciles de formalizar.

2. Contexto temporal / atemporal. Esta clasificación es la que, por ejemplo jerarquiza toda la organización de las acepciones de αἰών. Aquí consideramos A como indiferente al tiempo, lo mismo los sentidos I (1 fuerza vital, 2 médula) que II mundo; sentido este proveniente de una traducción del hebreo y propio de los LXX y escritores cristianos, lo que hace ver hasta qué punto una clasificación estructural difiere o puede diferir de una sobre base diacrónica o histórica. En cambio, todo el vasto sector de las acepciones 3 está condicionado por la idea del tiempo, presente directa o indirectamente en el contexto. Son los valores etimológicos de αἰών (vida, edad, tiempo, etc.), pero al haberse creado los sentidos A I e introducido luego los A II, sólo el contexto es el determinante del sentido. Las subdivisiones se hacen por referencia a la vida humana o animal, a sus subdivisiones, a la vida de los dioses (aquí interviene la oposición a la humana: vida inmortal), a la neutralización de esas referencias (tiempo). Sólo así pueden clasificarse en amplios grupos distribuciones muy numerosas, que luego escinden cada grupo en varios hasta llegarse a las acepciones de la traducción.

3. Contexto que opone la vida humana a otros niveles. Es lo que sucede en δίκη, pero vamos a presentar algún ejemplo más. Así δίκη, donde hay contextos referentes al curso de las cosas en general (norma, realidad ...), recogidos en I, y otros de la vida humana (II y siguientes: justicia, etc.). Por supuesto, son útiles al tiempo otros recursos, tales la sinonimia con τὸ ὄν en I 3 la realidad y la oposición a βία, ὕβρις en II 2.

4. Contextos referentes a aspectos de la actividad humana. En ἀλήθεια por ejemplo, señalamos dentro de II, referente a acciones, personas, cosas (en I es complemento de verbos de «decir»), acepciones que responden: 1 al plano ético (verdad, veracidad); 2 al epistemológico (verdad, lo verdadero); 3 al ontológico (verdad, realidad). Como se ve, usamos traducciones «complejas»: su posibilidad es lo que garantiza que estas subdivisiones se ajustan a los hechos del español. Pero oposiciones y sinonimias dentro del griego (2 opuesto a δόξα, 3 sinónimo de τὸ ὄν, en los mismos contextos) hacen ver que se ajustan también a los hechos del griego. Mayor duda puede caber de esto cuando este contraste falta, así en las acepciones IV castigo, satisfacción y V 1 sentencia de δίκη. En casos como éste, es el español el que da la pauta, clasificando distribuciones: castigo suele ir como régimen de διδόναι y sinónimos, sentencia con εἰπεῖν, etc. y distribuciones lejanas comparables. En cambio V 2 pleito, causa es una acepción más seguramente griega, a juzgar por su oposición a γραφή.

5. Contextos de dirección y movimiento. Son los que, relacionando al movimiento con las personas de que se habla, crean las grandes acepciones o grupos de acepciones en verbos como ἄγω llevar / traer, εἶμι ir / venir. Pero hay otras variantes. Por ejemplo, en ἀναλαμβάνωy otros verbos con ἀνά hay «movimiento hacia arriba» y «movimiento hacia atrás». En las acepciones I es luego fácil subdividir: es elevar cuando se trata de un movimiento que no visa al sujeto (un muro, etc.); coger, cuando se trata de cosas de que se hace cargo físicamente el sujeto, tomándolas del suelo, una mesa ... (armas, etc.); recibir, acoger, cuando no se trata de un hecho físico (un fugitivo, una ley ...)


IV. Desajuste entre acepciones griegas y acepciones españolas

A lo largo de los distintos epígrafes de este capítulo venimos hallando una y otra vez el problema de que a veces no sabemos hasta qué punto las clasificaciones de las distribuciones responden a hechos griegos o a hechos españoles. El problema tiene dos caras, la primera de las cuales nos va a ocupar mucho más rápidamente, porque ya hemos hablado de ella más despacio. Se trata de que, con frecuencia, dentro de una acepción con traducción única en español englobamos varias distribuciones. Puede tratarse, insistimos, ya de que esas distribuciones están unificadas en griego por hechos opositivos de distribución lejana; ya de que la unificación del sentido es propia del español; y hay hechos de transición.

La segunda cara del problema ha sido apuntada en este mismo capítulo. Consiste en que amor, bueno, puro, etc. son traducciones demasiado imprecisas de palabras como ἔρως, ἀγαθός, ἁγνός. Prescindiendo, entonces, de que nuestra división responda exactamente a la organización griega de las acepciones, es claro que desde el punto de vista de la traducción y aun de la comprensión misma de la palabra griega por el estudioso moderno es necesario establecer, mediante el uso de distribuciones de varios tipos, referencias a hechos extraverbales, otras paráfrasis, oposiciones, etc., a qué cosas o situaciones concretas o abstractas se refiere el uso de las palabras estudiadas, aunque desde el punto de vista griego las acepciones puedan simplemente no existir. Las traducciones «complejas» son también una ayuda.

El caso más simple lo encontramos, por ejemplo, en ἀμείβω, donde el principal problema está en el régimen a introducir tras la traducción española más frecuente, cambiar; o, si se quiere, precisar los sentidos en que se emplea este verbo. Casi todos los usos A tienen relación con este concepto. Con ac. de cosa es cambiar de; si se añade un gen. es dar A a cambio de B, si εἰς y ac. es cambiar A en B; si ἀντί y gen., recibir A a cambio de B. Existen otras acepciones, determinadas gramaticalmente o por SCP y también, algunas, por el contexto lejano, que son muy diferentes: pagar, castigar, alternarse, etc.

Pero no es este caso el que más nos interesa; en realidad, no hacemos otra cosa que traducir variamente con sintagmas que contienen las palabras cambiar, cambio. Comenzamos la ejemplificación con el verbo ἀγαπάω, cuya traducción amar es tan exacta, en general, como insuficiente. Baste saber que, con frecuencia, el verbo no es conmutable con ἐράω y φιλέω, ni siquiera en los períodos o autores en que los tres con posibles. Es necesario, pues, definir cada uno de estos verbos mediante un análisis distribucional, que se complementa, en el mismo momento o en otro posterior, mediante otro de tipo opositivo. Sólo así podrá decidirse en la antigua controversia de si ἀγαπάω describe un amor cristiano, distinto del de ἐράω; o si tiene razón Joly[3], para quien todos estos verbos son sinónimos; o si hay puntos comunes y diferentes, aparte de que la frecuencia de ἀγαπάω aumente en época helenística. Pensamos que solo el método estructural puede resolver problemas como éste, generalmente mal planteados.

Los sentidos de ἀγαπάω están determinados por un sujeto de pers. (raramente de animal) y un compl. dir. entre los muy varios que son posible; de este esquema sólo se destacan las construcciones con inf. gustar de y con part. contentarse con. Por otra parte, hay unos pocos pasajes en que el contexto amplio sugiere una manifestación física del amor o cariño: abrazos, caricias, etc., es el sentido I del DGE.

Fuera de esto hay que hacer las siguientes consideraciones:

a) En lo relativo al sujeto, no sólo lo hay de pers., sino también de diversas divinidades orientales (Isis, etc.) así como del Dios cristiano.

b) En lo relativo al objeto, puede tratarse de un o una amante, de personas de la familia (hijos sobre todo), reyes, benefactores, amigos, maestros, etc., también de dioses muertos. Las traducciones pueden ser, según los casos, amar, apreciar, estimar, querer, simpatizar, rendir honores, etc.

Es claro que el verbo no pertenece, como ἐράω, al campo semántico del deseo, sino, como φιλέω, al de las relaciones de grupo. Pero de un grupo más amplio que el de los amigos y familiares: tiene valores más amplios de integración social, de relación hombre/dios; sobre todo, es generalmente una relación no en plano de igualdad, sino entre un superior y un inferior o viceversa. Era, sin duda, el verbo más cargado de posibilidades de ampliación del sentido, a partir de una idea del amar o querer más que de la idea de la relación sexual o el grupo de amigos. De ahí su difusión.

Pensamos que de este modo la simple traducción amar, querer, posible ciertamente en los tres verbos, queda especificada.

Si pasamos ahora a ocuparnos de un adj. ἁγνός, veremos que la determinación del sentido tienen lugar casi exclusivamente mediante la distribución próxima, los nombres determinados mediante él, y una más lejana a veces relativa al comportamiento de esos nombres si son de persona o a su pertenencia o función, si son de cosa. Surge así un concepto de puro que el español ha de precisar mucho más y que se opone al sentido de adjetivos griegos que forman sistema como σεμνός, ἅγιος, ἱερός.

Es notable que ἁγνός se dice de todos los dioses, así como de fiestas, templos, etc. de todos los dioses; pero que la frecuencia mayor es la de usos referidos a diosas ctónicas y agrarias, especialmente Ártemis y Deméter, y a sacrificios y ofrendas no sangrientos. Pues bien, referido a hombres los usos normales son dos: en conexión con el respeto de los tabús sexuales (no comisión de incesto, castidad de las mujeres) y el no derramamiento de sangre (por parte de hombres); claro está, mediante una purificación puede volver a ser ἁγνός el que ha violado uno de esos tabúes o el que ha derramado sangre. Así los dioses y todo lo divino, incluidos ciertos elementos naturales relacionados como el agua, el fuego, la luz, son por definición ἁγνοί; los hombres y mujeres se asimilan a esa esfera solamente mediante ciertos comportamientos muy delimitados; el sacrificio ἁγνός está en relación con ellos. En fecha helenística el sentido de ἁγνός referido a hombres puede ser también integro, moral, honrado; la relación con la divinidad es enfocada de otra manera.

Encontramos, pues, una concepción del ser puro que lo circunscribe a ciertos comportamientos muy precisos, mientras que es consustancial con los dioses y, sobre todo, con algunos de ellos no seguidores necesariamente de esos comportamientos. Hay aquí un punto de vista muy distinto del de los otros adjetivos aludidos y muy distinto también del de la simple traducción previa de puro.

Algo parecido podemos decir de un adj. ἀγαθός, al que ya hemos hecho referencia y que es, en términos generales, bueno. Sólo que aquí hemos de echar mano de referencias al contexto lejano y al extralingüístico (hechos sociales e ideológicos); y que, pensamos, la escisión semántica está más acusada dentro del griego.

Una combinación de factores, a saber, las SCP del nombre concertado, ciertas determinaciones próximas y el contexto lejano, crean un primer grupo de acepciones, relativas a personas, que especifican proezas o habilidades (un guerrero valiente, un artesano hábil), así como, en general, los sentidos de benéfico, favorable (un vecino, un dios ...). Pero a su vez la falta de determinaciones explícitas respecto a la actividad y la presencia de ciertas distribuciones (πατρὸς ἐξ ἀγαθοῦ, οἱ ἀγαθοί etc.) crea el significado traducible por noble; y es un contexto social más evolucionado y la referencia, a veces, a valores morales o intelectuales, a los nombres de magistrados, funcionarios, etc., el que crea el sentido de recto, honrado. Con la palabra referida a nombres de cosas, existen una serie de divisiones más o menos paralelas. En este caso hay referencias explícitas entre los griegos o diferencias de concepción respecto a lo que es bueno o excelente; diferencias de sentido pues, lo que concuerda con el carácter complejo de la determinación de las acepciones, en la cual se incluye una serie de oposiciones muy amplia.

Digamos algo finalmente, para no dejar a los nombres fuera de esta consideración, sobre la palabra αἰσχύνη. Aparte de los usos valorados positivamente (cf. supra) en el sentido de vergüenza, honor, del uso subjetivo escrúpulo, timidez (precisable sobre todo por transformación) y del uso concreto vergüenzas, partes sexuales, la palabra significa vergüenza, deshonor, tanto en el sentido de sanción social, como en el de la vergüenza que ello implica; salvo en el caso de ciertos movimientos filosóficos no hay distinción entre ello, lo cual supone una diferencia importante respecto al uso español. En cambio, resulta importante la enumeración de las cosas que producen αἰχύνη; en relación con el valor guerrero, con la situación social, con el comportamiento sexual de las mujeres, con comportamientos inadecuados para la familia o los amigos, etc. Las traducciones españolas deshonra, vergüenza, infamia, ridículo, mala fama, etc., se adhieren variamente a estas distribuciones. Así, la división en acepciones de todo el apartado B de αἰσχύνη en el DGE responde más bien a una conveniencia práctica para dar idea del a qué se refiere concretamente la vergüenza designada por αἰσχύνη, que a una real parcelación del sentido dentro del griego. Si comparamos ahora el sentido de esta palabra con el de αἰδώς veremos que hay una zona común, relativa a la sanción social de la falta de valor guerrero o de pudor de las mujeres, pero que el sentido de αἰδώς rebasa al de αἰσχύνη en cuanto establece relaciones recíprocas de respecto en el entramado social, mientras que αἰσχύνη a su vez desborda a αἰδώς en lo relativo a compromisos adquiridos y al respeto de normas ya moralizadas. Hay una oposición equipolente en cuanto a los dominios a que se refieren ambos términos, una acentuación en αἰσχύνη del factor de presión social respecto al de respeto espontáneo, que sólo secundariamente aparece.


V. Algunos casos especiales

Nos ocupamos, finalmente, de algunos casos especiales del establecimiento de las acepciones.

Un primer apartado es el constituído por los hechos de ambigüedad, no querida o querida, según los casos, por el autor antiguo.[4] He aquí algunos tipos de esta ambigüedad:

a) Hay toda clase de casos de transición entre dos sentidos de una palabra, que pueden incluso permanecer como indistintos. Así, los dos sentidos noble y hombre honrado de la palabra ἀγαθός pueden ya aparecer el uno o el otro, ya darse por supuesto que coinciden. El Diccionario tiene que tener en cuenta este problema.

b) Otras veces hay simple ambigüedad o duda sobre la traducción; conviene entonces introducir indicaciones de que el significado que se da es sólo probable o verosímil; o simplemente, de que es dudoso.

c) Los autores antiguos pueden indicar ellos mismos la existencia de dos sentidos de una palabra: de Eris en Hesíodo, Op. 11, de αἰδώς en E. Hipp. 375, etc. Estos ejemplos deben introducirse en dos apartados, con referencias cruzadas.

d) Pero el autor antiguo puede también jugar con dos acepciones de la misma palabra en situaciones en que el contexto permite ambas. Así, en los casos en que se hacen alusiones oblícuas o en los casos de juego de palabras o chiste. Los cómicos, sobre todo, están llenos de hechos como estos, pero también se dan en otros autores. El Diccionario tiene que ilustrar a su usuario sobre estos hechos, explicando la referencia o chiste.

Todo esto se refiere al juego de las distribuciones, incluidas las extraverbales, en los casos de ambigüedad.

Otra aclaración que conviene hacer es la relativa a distribuciones amplias de dialecto, hechos sociolingüísticos, lenguas especiales, etc., a que es absolutamente necesario hacer referencia para determinar las acepciones.

Por ejemplo, una palabra como ἀκοσμία sólo en Creta, en virtud de un hecho institucional, tiene un sentido diferente: falta de κόσμοι, unos magistrados.

Otras veces se trata de los sentidos especiales de ciertas palabras en las distintas lenguas técnicas. Hemos aludido a sentidos especiales de ἀήρ y otras palabras en la literatura filosófica. De igual manera, hay que hacer alusión a las diversas ciencias y artes (astronomía, música, matemática, retórica, agricultura, etc.) en las cuales las palabras toman sentidos específicos. Es esta distribución general y no la verbal próxima la que en estos casos es necesaria. Piénsese que con frecuencia no se trata de palabras técnicas propiamente dichas, sino sólo de usos dentro de ciertos ambientes; así diversas acepciones de ἀκρόαμα y ἀκρόασις.

En cuanto a las palabras técnicas o científicas propiamente dichas, es claro que una simple indicación del dominio de que proceden, orienta sobre su significado, aunque éste haya luego de ser precisado. Esta precisión, sin embargo, no es siempre fácil.

Es sabido que en el mundo de la biología, geología, etc., las palabras antiguas pueden responder a dos o más términos modernos; a los antiguos les faltaban distinciones que sólo las lenguas modernas han introducido. Así, a veces el contexto nos hace ver si ἀκρίς es cigarra o saltamontes o langosta, pero otras no es fácil o no es posible llegar a una conclusión; los antiguos no diferenciaban allí donde nosotros diferenciamos. En otras ocasiones (nombres de aves, plantas, peces ...) tenemos simplemente duda de a qué especie se refieren palabras que para nosotros son muy vagas. Puede suceder también, inversamente al caso anterior, que el griego distinga allí donde nosotros no distinguimos; o que determinada planta o pez no exista en nuestro país o en los países de los autores de Diccionarios y estudios sobre el léxico griego. Así, ἀγαλλίς tal vez sea el Iris attica, pero para mayor seguridad (y porque la traducción de una poesía, como el Himno a Deméter 7 en este caso, no admite nombres científicos) hay que traducir simplemente lirio o bien seguir un sistema mixto en que se indica un nombre vulgar aproximado y uno o varios nombres científicos, con indicación, si ello es preciso, de su carácter dudoso.

Todo este campo es extremadamente difícil; dependemos de las descripciones que hagan los autores antiguos, cuando las hacen, así como de una serie de conocimientos especializados.

Algo parecido puede decirse de los nombres técnicos y de los de toda clase de objetos, aunque aquí con frecuencia estemos en mejor situación. La traducción de términos relativos a la construcción, a los barcos, a las armas, a las prendas de vestir, a las piezas de una cerradura, al mobiliario, etc., no puede hacerse, con frecuencia, con una palabra española más que al precio de introducir vaguedades o inexactitudes, errores a veces. Es absolutamente imprescindible dar precisiones en forma de paráfrasis. Claro está, muchas veces somos incapaces de introducir precisiones: así en palabras de los inventarios o, por ejemplo, en términos relativos a la moda, que cambian constantemente. ¿Qué es ἀμπεχόνη, que generalmente es un quitón femenino de tela muy ligera, pero que en D.H.4.74 se refiere al manto de un rey? ¿Qué es καμίσιον ὑποδειλικόν (¿camisa de noche?, ¿traje de tarde?) en un inventario de prendas empeñada en PMich.607.31? ¿Qué clase de calzado es ἀμφίσφαιρα, que LSJ traduce buttoned boots y nosotros preferimos leer ἀμφίσφυρα y traducir botas? Hay dudas infinitas de este tipo.

Es bien claro que en todos estos casos y en muchos otros de los vocabularios especiales, sólo un atento estudio de la bibliografía moderna relativa a los distintos dominios del mundo natural, las ciencias, técnicas, oficios, etc., podrá servir de ayuda al redactor de un diccionario general que trata de contribuir al conocimiento del léxico griego en su conjunto. Hay que señalar que LSJ supuso en estos respectos un avance considerable, pero el esfuerzo en este campo debe continuarse. De un lado, falta en LSJ mucho vocabulario relativo a astrología, mecánica, administración de los reinos helenísticos, etc.; de otro, el conocimiento de la filosofía, matemática, medicina, técnica naval, etc., de los griegos ha progresado mucho.

En cuanto a los nombres propios, geográficos, étnicos, personales, míticos, etc., presentan igualmente dificultades muy graves. También en este caso hay que referirse a la bibliografía especializada /geografía, mitología, historia, prosopografías, etc.) y volver a estudiar de nuevo cada caso. Con frecuencia, en los datos antiguos hay lagunas o bien contradicciones o bien nombres dobles. Por supuesto, la labor de un diccionario general no debe confundirse con la de un repertorio prosopográfico que pretenda ser completo y asignar cada mención de un nombre a un personaje diferente (tarea por lo demás imposible). En realidad, un diccionario de nombres propios que intentara ser exhaustivo a este respecto y al de los nombres geográficos tendría, para el griego, tanta extensión al menos como un diccionario del léxico común. Los puntos de partida, además, serían más difíciles, por ser incompletas o estar atrasadas las obras especializadas.

Para terminar, hagamos una nueva referencia a las lexías (cf. supra), las frases hechas, etc. Es claro que en un artículo ἄκρα hay que introducir un apartado especial para κατ' ἄκρας (destruir) completamente, en uno ἀγαθός otro para καλὸς κἀγαθός, en uno αἷμα una serie de sintagmas αἷμα + gen., que designan diversas plantas, etc. Existe, ya lo hemos dicho, el problema de los límites.

Y es preciso dar igualmente las expresiones figuradas del tipo εἰς ἀέρα βάλλειν hablar en vano, etc. y las puramente proverbiales, indicando su significado propio a más del literal.

Son, puede verse, muchísimos los problemas que esperan solución del lexicógrafo, variadas las técnicas a que éste ha de acudir, enorme y difusa, y pese a todo, incompleta, la bibliografía que ha de manejar. Sus conocimientos han de extenderse desde la semántica a las más varias técnicas y especialidades. Si se trata de una lengua como el griego antiguo, de un vocabulario extensísimo y lleno de enigmas, la tarea es más dura todavía, si cabe. Por eso, si todo autor de un trabajo científico tiene derecho a benevolencia siempre que haya procedido metódica y honestamente, ello es más el caso de los autores de diccionarios; verdaderos tejedores de una tela de Penélope nunca conclusa y en la que son más fáciles de ver los errores, en definitiva inevitables, y las insuficiencias, que las aportaciones y aciertos ante tantas exigencias como se les presentan.


Notas

[1]
Semantische Relationen im Text und im System, La Haya 19692. (vuelta al texto)
 
[2]
Cf. sobre este punto, entre otra literatura, Mounin, G., Les problèmes théoriques de la traduction, París 1963, trad. esp. 1973; Güttinger, F., Zielsprache. Theorie und Technik des Uebersetzens, Zürich 1963; Nida, E., Towards a Science of Translating, Leiden 1964; Judskanov, A., Traduction humaine et traduction méchanique, París 1969; mi Lingüística Estructural, Madrid 1974, p.912 ss y passim; Koller, W., Grundprobleme der Uebersetzung, Bonn 1972. (vuelta al texto)
 
[3]
Le vocabulaire chrétien de l'amour, Bruselas 1968. (vuelta al texto)
 
[4]
Sobre la ambigüedad, cf. Lingüística Estructural, cit., p. 318 ss.; L. Michelena, «De la ambigüedad sintáctica», RSEL 2, 1972, pp. 249-281; H. Weidt, «Die sprachliche Ambiguität», RSEL 4, 1974, pp. 347-371; J.G. Kooij, Ambiguity in Natural Language, Amsterdam 1971. Sobre la ambigüedad cómica la tesis doctoral (inédita) de E. Rodríguez, Estudios sobre la lengua de Aristófanes, Madrid 1972, y su estudio «Comicidad verbal y sistema de la lengua», Actas del III Congreso Español de Estudios Clásicos, Madrid 1968, III, pp.177-192. (vuelta al texto)
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